GILBERT BECAUD EN VOGUE.
ENTREVISTA DE WALDEMAR VERDUGO FUENTES.
viernes, 18 de abril de 2014
GILBERT BECAUD
FRAGMENTO DE "GENTE NOTABLE"
Entrevistas de escritor chileno Waldemar Verdugo Fuentes publicadas en revista Vogue y periódico Unomásuno de México, en periódico Prensa Libre de Guatemala, en revista Caras y periódico El Mercurio de Chile, citados en Hemerografía final, a Tenzin Gyatso XIV Dalai Lama de Tíbet, Claudio Arrau, John Huston, Dorothy Lamour, Anthony Quinn, Luis Miguel "Dominguín", John Hurt, Salvador Dalí, José Donoso, Ninón Sevilla, Mario Moreno "Cantinflas", Gilbert Becaud, Leonard Bernstein, Joan Manuel Serrat, Yehudi Menuhin, Charles Aznavour, Plácido Domingo, Andy Warhol, Raúl Ruíz y Nicanor Parra. ISBN 9789563535624
http://www.amazon.com/dp/B00IIUDTTS
lunes, 24 de noviembre de 2008
GILBERT BECAUD: fascinante.
GILBERT BECAUD:
"Cada canción dura tanto como dura la vida".
Por Waldemar Verdugo Fuentes.
Publicado en VOGUE-México.
Fotos por José Miguel Prieto staff-VOGUE: Gilbert Becaud y Waldemar Verdugo Fuentes en México.
Fragmento de "Gentes Notables"
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"Cada canción dura tanto como dura la vida".
Por Waldemar Verdugo Fuentes.
Publicado en VOGUE-México.
Fotos por José Miguel Prieto staff-VOGUE: Gilbert Becaud y Waldemar Verdugo Fuentes en México.
Nos
recibe en la suite que le han acondicionado en Guanajuato, donde el cantautor
francés Gilbert Becaud ha venido para presentarse durante el Festival
Internacional Cervantino, la magna fiesta cultural de México. Ha venido a
ocupar el sitio que en la versión pasada ocupó Ella Fitzgerald, tan esencial a
la música norteamericana como lo es Becaud a la canción francesa, aunque nació
en Bélgica ("pero soy muy francés"). Lo encuentro preparándose él
mismo una bebida de agua tibia con miel de abejas, comenta con gestos
elocuentes lo buena que es la miel de abejas para la salud, en especial para la
garganta, y pone una poca en un plato, ofreciéndomela. Es de lo más cordial. Me
acompañan el fotógrafo y una traductora del staff de Vogue. Conversamos sin
interrupciones, mientras Becaud se prueba corbatas para su actuación en la
noche: su repertorio será especialmente francés (y su espectáculo fue
magnífico):
-Es que en París disfruté mis primeros éxitos.
-En Francia usted recibió el apoyo de Edith
Piaf...
-La conocí por casualidad, en un café
parisino, y nadie nos presentó; simplemente hablamos. Fuimos muy amigos, pero,
al contrario de lo que se ha dicho, no compartí con ella más que las relaciones
artísticas y amistosas que comparten las gentes con intereses comunes. Yo amo
la música tanto como Edith Piaf la amaba. Fue Jean Cocteau quien dijo de ella
que todo lo que tocaba, ardía. Yo no ardí, a mí no me quemó. Pero me marcó
profundamente, con marcó a todos los seres que estuvimos relacionados con ella
alguna vez. Al menos yo me siento muy halagado de haber participado con Piaf en
la vida del París de entonces. Era una gran mujer, tan grande como su arte:
cuando Edith Piaf cantaba, todos los hombres callábamos.
La ductilidad del trabajo musical de Becaud
suele recordarse con una anécdota de su vida, que cita una declaración que hizo
Winston Churchill cuando, ya octogenario, lo vio actuar en el teatro Olympia de
París: "He visto a Becaud. Si yo hubiera podido convencer a tantos,
cantando de tantas maneras, otra habría sido mi trayectoria política, y quizás
si otro el destino de Europa."
Anotemos que Becaud es un hombre-espectáculo
en la línea de Samy Davis Jr. pero más trascendente. Creando, mientras dura su
show, una atmósfera envuelta en cierto sentimiento dramático de la vida. El
canta, sin duda, inflamado por el mismo fuego desilusionado que animó el alma
misma de los sucesos políticos, y muy dramáticos, de 1968. Así como para
expresar su opinión social, el artista usa la voz, además, la utiliza para
cantar a la tragedia de la soledad humana, aunque él mismo se declara un hombre
feliz ("casado con una mujer única que me ha dado hijos únicos").
Así, Becaud lo mismo canta a la alegría del amor diario, al misterio encantado
de la naturaleza o a una chica que conoce en un viaje de turismo por Moscú, de
nombre "Natalie"... en cada interpretación, en todos los casos usará
con igual destreza el sentimiento corporal de su estilo desgarrado. Es autor de
lo que canta, sin embargo, al preguntarle de su propia música se niega a dar
una opinión afirmando que a él no le corresponde juzgar su propio trabajo, que
esto es responsabilidad del público, a quien ve como el verdadero hacedor del
artista:
-Si yo canto bien, es gracias al público. es
el público el que hace a un artista. La música avanza siempre, avanza todos los
días. Los distintos estilos que se instauran, que llegan a un lugar, se
transforman y vuelven a transformarse; pero es el público, al final, el que
convierte las cosas en un éxito. Porque cuando alguien intenta hacer algo que
el público no quiere o no desea en ese momento, no pasa nada. Ni siquiera con
fantástica publicidad funciona algo si el público no lo acepta. Es siempre el
público el que manda...
Esta particular visión del público como
directa fuente de apoyo e inspiración, Becaud no la adquirió por casualidad:
desde el comienzo de su carrera tomó como rutina las actuaciones en vivo,
batiendo hoy un récord de presentaciones que equipara sólo con la orquesta que
acompaña sus canciones; porque, sumando sus comienzos en los cafetines de París
a las actuales giras mundiales durante las tres cuartas partes del año,
actuando por igual ante reyes que en parques públicos, lo han convertido en un
punto y aparte de la escena mundial de la canción popular. Justamente, por su
rutina de giras es que se ha acostumbrado a escribir su música lo mismo en
aviones que en cuartos de hotel, en innumerables camarines de otros tantos
teatros y en servilletas de papel ("yo hubiera preferido escribir siempre
cómodamente junto a un piano, pero, lo cierto es que sino tengo un piano, no me
importa").
Actúa invariablemente vestido de alpaca azul
celeste, con telas ligeras, de corbata y, bajo el saco, colgando de su
cinturón, lleva más de un amuleto. No representa cuarenta años, pero bordea los
sesenta. En un momento ocurre un hecho inusitado: la traductora, diciendo algo
ininteligible, consternada, de improviso sale disparada en dirección al baño.
Se demora mucho tiempo. Becaud no deja de reír mientras yo intento seguir
comunicándome con mi pésimo francés y él trata de hablar en su mejor
castellano; opto por la calma, tomo mi plato de miel y la como tranquilamente,
mientras le ayudo con gestos elocuentes a decidir finalmente su corbata: la
situación a Becaud se le hizo absolutamente divertida. Al volver la chica,
todos reímos un buen rato y nadie pregunta nada.
Becaud da la impresión del hombre que no se
sorprende demasiado ante cualquier situación posible. Es un hombre muy cordial,
ciertamente en apariencia, resignado. Tal cual un juez que ha condenado a Dios.
Le digo esta impresión, y a él parece no molestarle la osadía de nombrar a Dios
en un lugar de paso. Le pido otros nombres para decir a Dios, y responde:
-Tirano. Inconmovible. Torrencial ("Torrentiel")... sin
embargo, si me permitieras comentar de cuál es la metafísica de mi música diría
que es, justamente, Dios: se crea o no en Dios.
Luego susurra en un lamento perfectamente
audible: "...esta mañana, Dios ha muerto." Le pregunto si sus
canciones, que dicen tanto, no le han creado algún problema, y Becaud responde
con otra pregunta:
-¿Acaso en la canción no está todo
permitido? La canción no es una nadería o un pasatiempo de salón. Cada canción
dura tanto como dura la vida. Una canción es un modo de vivir.
Permítaseme afirmar que Gilbert Becaud en el
escenario es uno de los artistas mayores que me ha tocado en suerte ver. Te
atrapa con su actuación. En persona no se ve distinto ni se comporta diferente
a cualquier hombre, si acaso, más humilde. Termino preguntándole si es buen
político, y dice que, antes de responder, debo aclararle lo que entiendo por
político. Le digo que "político" en el sentido del hombre ilusionado
con la posibilidad de guiar al pueblo, y responde que, entonces, no es político
en absoluto, que sólo es un cantante que interpreta su música y, a veces, la de
otros:
-Para mí, el arte nunca es cultural. A
partir del momento en que el trabajo es digno, desde el instante en que está
bien realizado, estructurado con amenidad, entonces, ya no importa si es
cultural o no, como calificativo. Para mí, lo cultural no quiere decir nada; a
veces quiere decir "aburrido". Cuando me preguntan por cierta función
social de la canción, respondo que no tiene función social específica, y que si
la tiene, no es otra que la de distraer, dar gusto, seducir, que creo que ya es
mucho. Al final, el público va sólo a eso: a divertirse, a dejarse seducir. Yo
sólo soy eso: un hombre que divierte. Soy un divertidor. Y soy muy feliz
siéndolo. ¿Te gustó la miel de abejas?
-Sí
señor, gracias.
En papel vegetal publicado en Vogue-México.
Waldemar Verdugo Fuentes.Fragmento de "Gentes Notables"
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